Por: Dr. Prof. Manuel Castillo
Hay algo en nuestro interior, a lo que se ha asignado hipótesis dispares, y tiene que ver con nuestra libertad y nuestra identidad, con quien soy yo; por eso está directamente vinculado con la filosofía, ya que se trata de interpretar nuestro ser; el Espíritu, el origen de nuestros actos voluntarios, emociones, sentimientos, pasiones, etc. Esa realidad interior no se agota en visiones parciales, en nuestra subjetividad hay una tendencia al autoconocimiento, puede verse como una ardua tarea; en la antigüedad griega, en el templo de Apolo había una inscripción: "conócete a ti mismo". Eso puede parecer fácil, pero se puede descubrir como una parte importante de la vida.
Las visiones parciales de la interioridad pueden agregar confusión, desconociendo la conciencia de la propia singularidad. Asistimos a un tiempo de dudas, confusión, incertidumbres, que alcanza a la propia individualidad. Ser yo y saber quién soy, lo que puede parecer fácil, se ha hecho algo difícil. La dificultad aumenta por la dispersión de la mente que llega a la extenuación.
Se compromete la interioridad que es la guía de la existencia.
Puede ser que se tema entrar en la interioridad o no se sepa cómo hacerlo. Se conoce el exterior, lo que hace, pero para entender la existencia se busca qué y quién es, no basta el hacer; a eso se suma la falta de una respuesta al problema de la existencia.
Recuperar la interioridad es un tema que debiera asumirse ante la desorientación actual. Hoy se puede creer libre atado a lo que otros hacen de él, sigue las modas cambiantes. . Puede tomar bebida alcohólica como parte de la pertenencia al grupo. En última instancia puede haber en eso más o menos libertad, si no hay fuerza material o psicológica que lo obligue. Pero un vacío interior no ayuda a encontrarse a sí mismo.
La ideología puede apoyar esa situación. En la postmodernidad se llega a negar el concepto de naturaleza, hasta se puede creer que eso lo hace más libre; pero la nada no es fundamento de sí mismo, no hace libre.
Aunque la alteridad, el otro, se considera favorable para reconocerse a sí mismo, puede ser influenciado por lo exterior de tal modo que se dificulte configurar la propia identidad, y que eso haga difícil conocerse a sí mismo. La otredad influye en la propia identidad.
Aunque llame la atención la valoración de la propia individualidad, o se hable de narcisismo, cuando esa individualidad vivida está configurada sobre todo desde lo distinto, puede no ser la identidad propia sino un modo de ser superficial, que puede cambiar según las circunstancias externas sin acercarse a sí mismo, puede alejarse de la identidad propia en un modo de ser superficial. Eso no niega la influencia de la alteridad en la propia identidad.
La identidad se configura buscando encontrarse mejor a sí mismo;
a eso ayuda la identidad fuera de nosotros, la otredad.
El otro ayuda a verse a uno mismo, a descubrir caracteres que por alguna razón no se notaron bien y nos ayudan a conocernos. Nos ayudamos juntos a ver algo común que nos enriquece, y en lo que coincidimos; pueden aparecer diferencias, tenemos individualidad, pero el vínculo nos ayuda a ver las diferencias y puede ocurrir que cada uno se enriquezca a sí mismo, también que queden diferencias tolerables, que no impidan la ayuda mutua.
Profesor de Filosofía, egresado de la Universidad Católica de Cuyo, y Doctor en Filosofía, por la Universidad Nacional de Cuyo. Ha desarrollado su carrera docente en la Universidad Católica de Cuyo, la Universidad Nacional de San Juan y en el nivel de enseñanza media y superior.