Cuando la rutina y la fatiga se hacen sentir en nuestro cuerpo y en nuestra mente, y se expresan en queja, malestar, intolerancia, nos damos cuenta que necesitamos descanso; y soñamos con tiempos de ocio en algún rincón provinciano, o recostados en una hamaca bajo palmeras en algún lugar del universo, sin hacer nada, mirando pasar la vida, quizá anestesiándonos con tecnologías varias o de otros modos.
Necesitamos de tiempo libre y podemos disfrutar de esos lugares adecuados para el ocio; pero también lo podemos ocupar para escribir, leer, disfrutar música, o para darle vueltas en paz a esa cuestión que necesitamos resolver, o sea, para realizar alguna actividad que nos enriquezca interiormente; esto se llama “ocio activo”.
Hacer una pausa es indispensable para encontrarse consigo mismo, para pensar, lo que ayuda a discernir y tomar mejores decisiones, se trata de una pausa activa. Claro que se requiere “bajar un cambio”, sustraerse de la vorágine cotidiana para centrarnos y concentrarnos en reflexionar sobre una cuestión; y si estamos relajados y tranquilos, parece que el cerebro y el inconsciente buscan las respuestas y nos encienden chispas que iluminan una salida, una solución, o nos permite descubrir aristas o aspectos que no tuvimos en cuenta. Estábamos en ocio, un “ocio filosofal”.
No todo lo que no es útil (en sentido práctico) es inútil; en este sentido por su fecundidad, esta pausa para reflexionar, encontrarme conmigo mismo, discernir tiene ¡la suprema utilidad de lo inútil! Este es el sentido y valoración del ocio en la filosofía, estar libre de las actividades usuales para dedicar tiempo para pensar. Los amantes del saber (filósofos) necesitan del ocio para pensar la realidad. El ocio permite “tener un oído atento al ser de las cosas” en expresión de Heráclito. Para Aristóteles, el ocio era esencial para la sabiduría y para la política; para pensar el ser, y pensar el bien común de la polis, también para la creatividad y el arte.
Aunque dedicar tiempo para pensar muchas veces es criticado: “¿en qué pierden su tiempo los filósofos?”, en la antigüedad este ocio se consideraba un acto de flojera, contrario al “negocio”, (tiempo útil, ocupado para las transacciones comerciales), por tanto filósofos y poetas eran iconos de la flojera.
En épocas en que prácticamente se vive para trabajar o se valoran otros tipos de ocio, hablar de ocio para pensar la vida, puede resultar extraño, pero es necesario. La ausencia de este tiempo para pensar, de este espacio de soledad y recogimiento, como le llamó Ortega y Gasset, impide una vida plena de sentido, conduce a una vida vacía, embriagada de tedio, permanentemente sedienta de novedad y distracción, de nuevos estímulos, afirma Joseph Pieper. (1)
El ocio al brindar la oportunidad de pensar sobre sí, la realidad, el sentido de nuestra existencia, nos otorga la posibilidad de re-direccionar la vida.
¡Vaya la suprema utilidad de lo aparentemente in-útil!
(1) Pieper, J. (2017) “El ocio y la vida intelectual”, RIALP
En la Antigua Grecia, cuna de la Filosofía occidental, abundaban las lechuzas. Aún hoy ese animalito aparece en la moneda griega de 1 euro, diseño tomado de una antigua pieza ateniense de 4 dracmas (S.V a. de C.).
Pero, ¿por qué la lechuza simboliza a la filosofía? Filosofía, etimológicamente es “amor (fileo) a la sabiduría (sofia)”, y su objeto es escudriñarlo todo, ... (ver más)