En un mundo de por sí ruidoso, con gente ruidosa, pareciera que divertirse exige máximo volumen y gritarnos por todo. Hablamos de más, tanto que se acuñó la expresión de “incontinencia verbal”. Y esto sin contar la vacuidad de conceptos, y su reemplazo por la repetición de las opiniones de los “todólogos”, que hoy hablan de un tema, mañana de otro, como si fueran expertos. Las conversaciones se reducen a sondear quién ha escuchado a quién, sin palabras que surjan de la propia reflexión.
Es que el ruido atosiga el pensar. En el aturdimiento hay poco lugar para el silencio; quizá por ello hablar sin escuchar sea una práctica usual, nos apuramos a contestar, a rebatir, sin hacer lugar para la escucha. Mucho ruido y pocas nueces.
Es importante y necesario redescubrir el valor del silencio. Para Heráclito (S.V a C) el silencio es revelador y como tal es signo de verdad. Heidegger concebía al silencio como el recogimiento del ser en el retorno a su verdad. En silencio, en la intimidad de sí mismo, el ser retorna a su verdad.
El silencio es condición para la escucha de sí mismo y del otro. Max Scheller (1994) nos enseña que “la comprensión de uno mismo, que es la primera condición requerida para que una persona pueda hacer entender a otra lo que es, lo que piensa, lo que desea, lo que ama, depende muy estrechamente de la técnica del silencio”. (1)
Estamos necesitados de más silencio exterior e interior. Es necesario generar tiempos de silencio. Silencio que no es solo ausencia de ruido.
¿Qué tipo de silencio? No se trata de silencios hoscos, de mutismos que separan. El silencio que se busca es un silencio activo, empático, un silencio decidido por quien “quiere” escuchar. Necesitamos hacer “experiencia de silencio” hasta que “el silencio se escuche” para crecer en nuestro interior y para relacionarnos con los demás; ejercitarnos en el silencio activo. Esta es la primera disposición para abrirse al diálogo. El silencio al permitir escuchar la palabra interior y la palabra del otro, es condición para el encuentro interpersonal.
El silencio que genera encuentro es el de la prudencia, el silencio humilde para pensar, para acoger interiormente al otro, o para permitir el encuentro íntimo del alma con el Tú divino. Porque:
“Cuando logres escuchar el silencio habrás aprendido el idioma del alma”.
(1) Scheller, M (1994) “Naturaleza y formas de la empatía”, Buenos Aires, Losada.
Si algo caracteriza al ser humano es el poder hablar y comunicarse mediante palabras. El ser humano es un “zoon logos”, es decir, un “ser vivo que posee palabra”, ese es el significado de hombre en griego. Y dado que “logos” es tanto palabra como pensamiento, el sentido refiere a la palabra y al pensar como atributos propios del ser humano, por eso al traducirse al latín quedó el significado de hombre como “animal racional”.
Hay palabras que alivian, que liberan; otras punzantes, que hieren... (ver más)