Cada vida humana tiene una finalidad, un sentido, vale por sí, más allá de condicionamientos o circunstancias.
Que algo “tenga sentido” significa que tiene razón de ser.
El sentido de la vida es tener una razón para vivir, para el esfuerzo, para superar crisis y adversidades. “El sentido de la vida da significado, ayuda a encontrar un soporte interno a la existencia, permite asumir la propia existencia y elaborar el propio proyecto de vida”. (1)
El ser humano es el único capaz de proyectar. Más aún, él mismo es un proyecto como persona, y consiste en desarrollarse en forma integral e integrada en todas sus dimensiones incluida la trascendente según su propia opción, y encontrar el para qué que de razón de ser a su existencia.
Tener un proyecto de vida es más que un listado de propósitos o actividades para llenar la vida; es orientar nuestros esfuerzos para autoconducir la propia vida conforme a lo que da ese significado global a nuestra existencia, para vivir en plenitud, ser feliz.
El sentido de la vida es un proceso que se inicia en la familia (donde puede vivenciarse la aceptación de uno mismo; el sentido de la propia valía; ser amado; aprender a tolerar frustraciones), y continúa a lo largo de toda la vida en la relación de la persona y el entorno. El entorno puede fortalecer o disminuir el sentido de valía y de la vida; pero si bien condiciona, no determina. Como señaló Victor Frankl: no podemos elegir las situaciones o circunstancias en que vivimos, pero sí podemos elegir cómo actuar frente a ellas.
El sentido de la vida es también una tarea personal constante, aún cuando se transite la tercera edad. El sentido de la vida se descubre, es una búsqueda continua; es más que objetivos autoimpuestos, aunque vale ponerse metas reales y posibles. Encontrar sentido a la vida implica poner en juego la libertad personal, discernir y tomar decisiones sin prisa.
No basta cuestionarse los ¿por qué?, hay que buscar un para qué significativo que permita encarar un proyecto de vida.
Evitar el aislamiento, salir de sí, relacionarse con familiares y amigos.
Disminuir el trato virtual y favorecer las relaciones interpersonales, la comunicación real y afectiva.
Darse tiempo para la escucha activa de los demás.
Reconocer si se necesita ayuda y tener la humildad de pedirla.
Permitirse disfrutar de lo que nos gusta y tratar de conservar el buen humor.
No desesperarse, continuar la lucha contra la desazón.
Mantener encendida la luz de la fe y la esperanza por adversas que sean las situaciones y circunstancias que nos toque vivir.
“No te rindas, aún estás a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.
…
Destrabar el tiempo,
correr los escombros
y destapar el cielo
…
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos
…
Porque cada día es un comienzo,
Porque esta es la hora y el mejor momento…”
Mario Benedetti
(1) No 95. Juventud protagonista. (2017, June 21). Injuve, Instituto De La Juventud. https://www.injuve.es/observatorio/valores-actitudes-y-participacion/no-95-juventud-protagonista (Capítulo 4, El sentido de vida en los jóvenes: redes sociales, relaciones significativas y actividades de ocio. Grupo de Investigación PSICOSOC)
“Hay tanta soledad sobre la vida, tanta inútil palabra repetida, que la esperanza es sólo lenta estrella, camino sin final, profunda herida…”. A veces así lo sentimos.
En la mitología griega, cuando Pandora abrió la caja que Zeus le había regalado, también salieron de ella espíritus malignos. Desesperada, al intentar cerrarla, quedó un don adentro: el de la esperanza. Puede que de ahí sea el refrán: “la esperanza es lo último que se pierde”... (ver más)