En los tiempos de crisis, se palpa la tristeza por múltiples dificultades o simplemente por la angustia e incertidumbre del futuro. En esas situaciones, ¡cuánto cuesta ponerse metas o sostener el esfuerzo por cumplirlas! El desaliento parece ganar terreno.
Circula un cuento que relata que el diablo un día decidió cerrar su negocio y rematar sus herramientas. Un hombre interesado en ellas decide visitarlo para comprarle alguna. Mira una y otra, y pregunta precios; por caso, “el odio” vale tanto, la “vanidad” más o menos igual, la “venganza” muy tentadora, es más cara, la “pereza” otro tanto. De pronto repara en una herramienta pequeña, gastada, pero se sorprende al conocer su precio que triplica al de las otras. Al pedirle explicaciones, el diablo le dice que vale tanto porque es su herramienta infalible, con ella logra que el ser humano haga todo lo que él quiere, por eso es la más cara, tanto que al final nadie se la compró y por eso aún hoy permanece en su poder. Se llama “desaliento”.
El “desaliento” es la falta de aliento, quedarnos sin aire, sin soplo vital y por tanto se hace más difícil y pesado afrontar la vida cotidiana. Los sueños caen como aviones de papel, el cielo se nubla y no advertimos las estrellas, nos abandonan las fuerzas, decae el ánimo.
¿Y por qué es la herramienta predilecta del diablo? Porque el desaliento muerde el talón de la esperanza. Quien pierde la esperanza pierde el norte de su vida y queda expuesto a sucumbir en cualquier tempestad.
El desaliento implica una crisis de sentido y de confianza en las personas, en el futuro, en Dios. Coincido con quien dijo que el peor desaliento surge de la convicción de que todo está mal y que nada podemos hacer, o que, sea lo que fuere que hagamos, no vale la pena. Es realmente una herramienta peligrosa.
Necesitamos recuperar el aliento, tomar aire para fortalecernos frente al desánimo. Mantener la serenidad y combatir los miedos; pensar positivamente, revalorizar lo bueno y bello de la vida; ejercer la libertad interior: “decido no darme por vencido…”; ponernos metas accesibles que traccionen hacia adelante y hacia arriba… y como solos no podemos, aprendamos a pedir ayuda y a sumar esfuerzos.
De lo que se trata es de recuperar el sentido de la vida; de confiar en nosotros mismos; y los creyentes, de confiar en Dios. Combatir el desaliento exige repensar, reinventar el futuro y si hace falta, reinventarnos nosotros mismos para sostener la esperanza.
¡Ojo! que el diablo es muy astuto, y “cuando no está trabajando, está preparando sus herramientas”.
Hay momentos en la vida en los cuales, aún ocupándonos en diversas actividades, nada nos satisface interiormente. Asoma un cansancio, cierta desazón, aburrimiento. El tedio, llamado "el mal del siglo" por Chateaubriand en su novela "René" (1802), refiriéndose al "humor" de su época, continúa siendo una experiencia común hasta hoy.
Juan de Dios Peza, en el poema "Reír llorando" sobre Garrick, el gran cómico británico, describe ese "spleen" que traducido es malhumor por tedio. Tenía todo pero... (ver más)